Considero que en nuestros momentos de crisis, sacamos a relucir la peor parte de nosotros. Sentimos que nos asfixiamos ante nuestro propio duelo y creemos ver todo con claridad, cuando no es así. Tanto un divorcio, como la muerte de un ser querido, pueden ser clave para abrirnos la puerta hacia nuestros propios conflictos internos.