¿Cómo inició la idea de Escaneo?

La idea de “Escaneo” surgió hace 4 años gracias a unos ejercicios que me pidieron hacer en una clase de literatura que tomaba antes de entrar a la universidad. La dinámica del ejercicio era leer un texto en prosa poética de un libro titulado “Cuerpo” de Tiziano Scarpa. Cada texto hablaba de una parte del cuerpo distinta y de cómo el mismo autor se relacionaba con ella. Después, yo escribía mi propio texto sin la necesidad de mencionar la palabra de la parte del cuerpo que había previamente leído. Fue un reto, ya que en muchas canciones se utilizan las partes del cuerpo para representar acciones o sensaciones que están directamente relacionadas con uno de nuestros cinco sentidos. 

Mi intención con este álbum era representar y apreciar cada parte de mi cuerpo sin si quiera mencionar su nombre. Darle rienda a mi imaginación para poder representar metafórica, alegórica o literalmente una parte del cuerpo. Lo más curioso de todo es que estas canciones terminaron teniendo una temática acerca del crecimiento físico e intelectual que he tenido a lo largo de los años. Cada canción me comenzó a resonar mucho tiempo después de haberlas escrito y creo que eso eso lo más interesante de todo. Era yo diciéndome a mí mismo que tenía que crecer y hacerme a la idea de que el cambio es algo muy hermoso que presenciamos no solo en nuestro cuerpo, si no también en nuestra mente.

Después de haber tenido la idea y las canciones, mi productor y yo iniciamos las grabaciones con la idea de que fuera un proyecto que se fuera transformando progresivamente en la cuestión sonora. Las primeras canciones son bastante orgánicas, con instrumentos grabados y voces muy limpias. Y mientras avanza el disco, las canciones empiezan a transformarse, consiguiendo una sonoridad más moderna y de alguna forma más “digital”. Muchas de las ideas sonoras salieron a la luz gracias a que el concepto del álbum estaba muy bien desarrollado, así que hubo mucha libertad para probar sonidos nuevos y darle un giro nuevo a mi proyecto de Renato Pontta.

Ejercicios en prosa poética

Manos

Son mías cuando las impulso a la cotidianidad, pero no cuando presiono y pulso para que vibren. El tiempo transcurre por la madera de un estómago anoréxico. Conserva su forma y espacio, se alimenta del sonido de mis manos. Ellas flaquean y se endurecen; tienen callos en los pies.

La desesperada da zancadas entre el cobre para no zambullirse en la reverberación de un ombligo; mientras, la otra plasma sus huellas en un pasaje redundante. La izquierda admira a la derecha porque degusta más el sabor de la música. Quiere saltar sin saber caminar. Es la joven e incomprendida.

Yo las idolatro a las dos, por más que me desesperen y me lastimen. Soy esclavo de sus poses desconocidas.

 

Dedos

Ámpulas…

Hay ampollas en la punta de mis dedos, en la cumbre del movimiento.

Practico para flexionar y flexiono para entender la distancia entre mis falanges. Duele y me detengo, pero luego sigo. Hay unos más fuertes, otros más largos y algunos me piden que no los use.

Teniendo mi edad, esperarías virtuosismo, velocidad, pero sólo presiono. No siento que suenen. ¿Por qué no suenan? ¿Por qué no me hablan? ¿Por qué no les hablan a los demás?

Experiencia…

Si ellos no pueden hablar, ¿por qué habría de decir que yo sí puedo hacerlo?

 

Labios

Son secos por el frío y traicionan a mis papilas gustativas. Los humedezco para difuminar el relieve como un pintor y lloran en su interior, burbujea… 

Demuestran la carne fuerte y robusta y se vuelven a craquelar. Me infligen dolor y los lavo de nuevo. Por eso digo que son traicioneros, lúgubres tablas comunistas. Metamorfosis horizontal entre Judas y Caín. Se engullen y atacan mutuamente. Dulce postergar frente a unas cabezas de metal. Cancerbero que lleva las delicias de una esponja y ellos me imploran, tienen hambre. 

¡Qué irónico! Un perro les está dando de comer. Están encantados y me dicen que no me van a volver a herir, pero yo sé que es mentira.

Son un par de horizontes enamorados.

 

Ojos

Mis ojos son austeros, se bifurcan rigurosamente ante las normas de la moral. Les salen perrillas ante la vaga trascendencia ocular, oscurecen  sus deseos y no pueden masticar. Puede ser una pestaña intrusa, tapa el sabor de las imágenes. Mi mundo está opaco, es una pésima película de Cantinflas. No me deja contar chistes de viscos. 

Soy un tuerto fanfarrón que disfruta la continuidad entre dos espejos en paralelo. Mientras, cargo un minúsculo divieso y los habitantes intentan escapar de la biosfera blanquecina. 

 

Garganta

Chocan los blancos pliegues. Se siente bien y se esfuerzan para ondular un balance perpetuo. Abre un poco sus puertas y me deja respirar; sin embargo, pudo haberme asfixiado. Inocente ante la amplitud de sus espacios. Ella descansa, pero los músculos se tensan.

Parezco un sapo…

Soy un sapo.

Saltando de nota en nota, viajando sobre la proyección de mi voz, respiro y mi diafragma me lo agradece. Inocente es mi garganta, pero más los huesos que la ayudan a cantar.

 

 

Orejas

Siempre cansadas. 

Siempre bostezando. 

Ostras perlíferas que construyen piedras vibrantes, invisibles. Si tapo una, la mitad de mi cara se sumerge en el silencio de las olas. Si dejo que succionen mis manos, escucho los pensamientos de alguien más. Se hunden mis brazos en los orificios de mis orejas y son mis hombros los que terminan por sostener mi cabeza. Mis lóbulos intentan remar, pero el nado es laborioso porque se atascan en la mugre de éstos.

Mi cabeza es la perla de mis orejas.

 

Venas

No puedo hacer nada para detener el tráfico. Son carreteras elásticas que me ayudan a caminar, pero no a quedarme dormido. Presiono mi cabeza contra la almohada y escucho más fuerte los insultos. Ellos viven en constante desesperación y yo en continua locura.

Si viajaran en sentido contrario, podría escucharlos menos, pero sería un monstruo a contra luz.

Voy a orinar y me tranquiliza, pero todavía las escucho. Son la gota constante que golpea mi cráneo. Eco fluctuante de mis fallas sincopadas. Sólo existe una forma de callarlos. 

 

Pies

Leo con mis pies las cadencias del mundo. Sólo ellos entienden por completo a mi cuerpo. Sombras volátiles cubiertas por una tela, no les gusta enseñar su tez. Cuando mueven sus brazos deformes, descansan dentro de una cueva. Son la parte más a la moda, pero más falsa de mí. Si hablan demasiado, apestan; y si se callan, duermen. Tímidos ante el hormigueo de la esclavitud. 

No quiero liberarlos porque cuando lo hago, son vulnerables. Prefiero cuidarlos como animales en cautiverio.

 

Muslos

Me siento en la orilla de la silla y en uno de ellos reposa la cadera de mi guitarra. Hay un sensual y suave contacto, embona perfecto en mi regazo. Pasa el tiempo y no se cansan, figuras soldadas por el beso de un palo de rosa. Lápiz labial de barniz.

Por fin terminan y ella descansa en su cama de terciopelo negro. El diestro se sonroja, está enamorado de la mujer de madera y cabellos de metal.

El otro sólo reposa. Es la base de un triángulo amoroso. Sólo es el otro.

 

Ombligo

Como feto incrustado en una fosa marina, sus pelos disuelven la suciedad del aire. Es un tragaluz de escenas desagradables. Polifemo aislado en una isla: Mi panza. 

Cuando quiere disfrutar del mundo, lo cubro con cortinas coloridas. Hay veces que sólo es una luz, complementaria a su abismo en espiral. Rostro inmerso en los montes estomacales. Otras veces, prefiero que vea caricaturas; deseo que vuelva a ser un infante con cara. 

El ombligo quiere ser un faro, no una cavidad sin propósito.

Cuando nací, el doctor le desfiguró la cara y, con el paso de los años, se esconde cada vez más en mi centro. 

Escucha la sinfonía intestinal. 

Es un topo bebé.

Ciego excavando la suciedad de mis temores.

 

Nariz

Cuento las notas con la punta de mi nariz. Entre más toco, más respingada se vuelve.

Me hago consciente de mi respiración

Hay algo que empuja la elasticidad del aire, remitiéndome a la duda. Niego mi espacio concéntrico; globo que se desinfla con la expansión del tiempo alrededor de mi cuerpo.

Me hago consciente de mi respiración.

El sonido del aire me angustia al respirar.

 

Espalda

Un tronco curveado que no observa el porvenir; derritiendo sus raíces de invierno. 

Deja su silueta mientras camino. Borra las huellas de mis pies.

Reposa en la cabeza de mis glúteos cuando estoy de pie y cae tendida en las sabanas cuando sueño.

Tengo una cara en la espalda que cuelga de mi cuello cuando me levanto. La asfixio al dormir.

 

Cuello

De mi cuello emana un hilo de aire intermitente. Una voz que, con práctica, se vuelve mía.

Platica su historia interna, obscura…

Desaparece al nacer…

Aunque la impulse con delicadeza, hay días que no quiere salir: Raspa mis cuerdas con una lija. No puedo hacer que renazca; está enfadada. 

Cuando se descuide, la atraparé en la celda de mi cuello.

 

Hombros

Me posiciono y ansío la similitud. El hombre se creó en mitades por su comportamiento ambivalente. 

Dos túmulos que coinciden, se desean, pero el contacto es nulo. Lloran brazos, escurren dedos, se endurecen las lágrimas antes de caer… Las extremidades son su método de contacto.

Tienen un enemigo en común y están ansiosos por mandarlo a la horca para enamorarse por completo.

Serían el horizonte del cuerpo; dos montañas asesinas.

 

Pestañas

En los labios de mis ojos hay césped que nunca es podado. Detiene la luz con sus curvas y retiene los ataques del ambiente. Son las valquirias de mi cara que pelean en contra del dios del sol. Cuando una muere, yo la sostengo con la yema de mi dedo y soplo. Navega en el barco moribundo de mi entorno. Humedezco mis ojos para que crezca de nuevo.

Se acerca una mujer de penetrante pestañeo. Vibra su cuerpo mientras me observa a lo lejos. Es una batalla a distancia. Me vence y abro los ojos. Está en frente de mi. Son sus pestañas las que me abrazan mientras observo sus pupilas. Mirillas temerosas que derrotan mis pestañas.

 

Axilas

Transpiro por las bocas laterales de mi cuerpo. No creí que hiciera tanto calor. Me sofoco ante una nube aledaña que limita mi respiración. Me está empaquetando; esponja musical con pelos. El espacio se enjabona con los fluidos de la humanidad. Nosotros somos el aire que respira. Fluido resistente flotando a la orilla del universo.

 

Rodillas

Una reposa en mi almohada y la otra me ayuda a apoyar la libreta. Se pregunta si estaré escribiendo sobre ella. 

Abas son ligeramente calvas. Montañas áridas en las que crece un follaje escaso. Hace poco descubrí que mis pelos desean mis pies; crecen con dirección al suelo y dejan mis rodillas descubiertas. Son dos escudos desprotegidos que se consideran el punto de apoyo entre mis anhelos y la escuálida realidad.

Son la única parte de mí que se asfixia cómodamente al sentarme. Son las caderas de mis piernas.

 

Pezones 

Dos raíces crecen en mi pecho. Siguen estando jóvenes ya que si las toco me estremezco. Ojos desorientados a la altura de mi pecho que no sirven para nada. Sólo funcionan para demostrar la supuesta simetría del cuerpo humano.

Mis pezones son teclas circulares que se estiran cuando hace frio y se entumen cuando hace calor. Son los ojos de mi tórax.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *